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¿Copa, flauta o vaso? Toda una historia

Reims, octubre 2021


¿En qué copa degustar el champagne? ¿Cuáles son los usos y sus orígenes? ¿Qué forma se adapta mejor a la capa, la efervescencia y los aromas del champagne?

Es una verdadera historia llena de giros, desde los años 1730 hasta nuestros días, y que mete en juego la eterna rivalidad entre franceses e ingleses.

Desayuno de ostras, Jean-François de Troy, 1735, detalle

De la copa de vino a la flauta de champagne


Históricamente, del tiempo de Pierre Chanoine cuando nacen el champagne y la casa Chanoine a comienzos del s. XVIII, el champagne se bebía en copas de vino finas.

Copas cónicas, verticales, no muy grandes como los que se distinguen en el cuadro “Desayuno de ostras” de Jean-François de Troy pintado en 1735. Este cuadro destinado a decorar el comedor de los pequeños apartamentos del rey en Versalles presenta un testimonio de la época.

En los años 1750 aparecen en Inglaterra copas más altas, especialmente destinadas al champagne y cuyo cáliz más profundo y más estrecho realza mejor la espuma y las burbujas. No se tardará en denominarlos “flautas de champagne” y su moda se extiende por la Francia napoleónica. La flauta, a menudo en cristal tallado, conservará por mucho tiempo los favores de la aristocracia y las cortes europeas.


En las bodegas de Champagne, los comerciantes ingleses prueban el champagne en flautas.

En el s. XIX la copa, romántica y burguesa


La copa de champagne aparece a final de los años 1830, durante el reinado de Luis Felipe I en Francia y a comienzos del de la joven reina Victoria en Inglaterra. Es la época del romanticismo y el advenimiento de una nueva burguesía capitalista con el comienzo de la revolución industrial.

La copa es especialmente apreciada en los banquetes y restaurantes ya que facilita y acelera el servicio. Esta se llena, en efecto, más rápido que la flauta, permitiendo además una caída en cascada a través de espectaculares “fuentes de champagne”, pirámides de copas levantadas gracias a su ensanchamiento.

Las copas, ideales para una fuente de champagne

La imagen de la copa acaba asociándose a la idea misma de fiesta y abundancia, “el champagne corre a raudales”. Encontramos una bella evocación de ello en la reciente película “Las ilusiones perdidas” de Xavier Giannoli, adaptación de la novela homónima de Balzac, bajo la forma de una espectacular fuente con motivo de una comida.


La copa de champagne, la opción de los amantes en el s. XX



La copa, amplia y plana, posee el inconveniente de acortar el recorrido vertical de las burbujas, de provocar la rápida pérdida de la efervescencia, la espuma no se desarrolla bien ni se mantiene, además de que el buqué se dispersa más rápido. Además, el vino se calienta más rápido en una copa sujetada en la palma de la mano. Razones todas ellas por los que la copa pierde el favor de los amantes a partir de los años 1920-30.

No obstante, el término se ha quedado: se sigue diciendo “te invito a una copa de champagne” mientras que los bares y restaurantes proponen el "champagne a la copa"… aunque ya no se sirva en una.

Mientras perdura la flauta, cuya verticalidad es propicia al examen del champagne y a la conservación de las burbujas, a la par que mantiene un aura aristocrática, el tiempo ha llegado para la “copa de champagne”.

Aparecida en Francia a comienzos del siglo XX, la copa de champagne es una novedad que el mundo entero adopta a partir de los años 30. La tulipa o copa de champagne, tulip-shaped glass en inglés, es una copa de vino especialmente adaptada al champagne.

Alargada, ovoide, con una abertura más estrecha que el cáliz, redondeada en el centro, lo bastante abierta para captar la nariz del vino y lo bastante cerrada para concentrar los aromas, la copa de champagne posee una altura de al menos 185 mm y se sujeta siempre por el fuste o el pie.

Isabelle Tellier, bodeguera de Chanoine Frères 1730, degusta en una copa de champagne de tipo “tulipán”

En la actualidad, según las circunstancias, los deseos y la fantasía, todo es posible, no nos privamos de nada.


Independientemente de su forma, se preferirá no obstante una copa fina, aclarada con agua templada, escurrida y secada con paño — tanto para evitar los detergentes demasiado fuertes como para favorecer la formación de las burbujas.

El amante disfrutará saboreando el champagne en copas de champagne de tipo “tulipán”. El aperitivo con un champagne fino y vivo se presentará de buen grado en flauta. Mientras que un gran éxito o una feliz boda podrá festejarse, enteramente con copas, de las cuales algunas compondrán espectaculares fuentes de champagne para los momentos inolvidables.





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